Por: Farid Pedroza (Q.E.P.D.) Foto: WAO.
Ahora tres familias viven en este barrio: un desplazado con su niño, una pareja y sus dos hijos y una señora viuda con varios hijos. Es difícil vivir, pero como ellos dicen: “a veces no hay plata ni para comer, imagínese, para pagar un alquiler”.
Todo comenzó el día 18 de marzo de 2001, cuando llegaron las primeras personas a marcar con palos, estacas, pitas, alambres, con lo que pudieran dividir un pedazo de tierra. En la mañana no había casi personas, pero en la tarde, ¡uf! Eso se llenó de gente con machete, pacora, sable, cavador y hasta con las manos tumbaban el monte.
Al día siguiente, temprano, llegó la Policía y tumbó todo lo que habían hecho el día anterior, y se fue. Al rato llegaron de nuevo más y más personas, arreglaron y levantaron todas las estacas caídas.
Venía una señora corriendo con tres “pelaitos”, con ollas y todo para un sancocho diciéndoles: “corran mis hijitos que nos dejan sin nada”. Ya casi todo estaba limpio, con basuras amontonadas y echándoles candela sin importar que estuviera verde, solo quedaba un pedazo de monte donde nadie quería meterse porque había una zarza impresionante, que con solo verlo daba temor entrar, pero ¡Qué va! Cuando la gente se entrona no le tiene miedo a nada. Luego un señor empezó a tirar machete a la lata, y así, después de él, muchos más se atrevieron a entrar.
Al tercer día llegó el dueño de la tierra con papeles en mano y acompañado de la Policía. Al ver esto la gente decía: “huy, con Policía y todo” y se fue aglomerando alrededor del señor, “pero cuál fue la sorpresa cuando dijo que no venía a sacarnos, sino a informarnos que él nos vendía la cantidad de tierras que necesitáramos”.
Con él también llego la inspectora del municipio dando 72 horas de plazo. Ahí fue cuando la gente se alborotó, pero el señor los calmó diciendo que si no querían salir, no lo hicieran, pero que por favor no le construyeran viviendas hasta llegar a un acuerno.
El señor se fue y la gente se reunió, eligió una junta directiva y después de un tiempo se llegó a un acuerdo. Así que los últimos lotes quedaron con un tamaño de 10 por 20 metros y con un valor de $230.000.
Al medir, salieron más de 550 lotes, comenzaron a pagar, cercaron donde quedaron ubicados y construyeron ranchos. El primero que se mudó fue el desplazado. Construyó una casa de barro y ahí vive. Ahora hay siete casas de barro sin terminar, nueve pozos terminados totalmente, incluyendo el pozo público, donde hasta la gente del pueblo van a coger agua para su consumo.
Ojalá esto siga así para que se ayuden muchas personas que necesitan dónde vivir y que el gobierno aporte su granito de arena junto con los esfuerzos que se hacen con el comité del barrio.
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Tomado del periódico “La X”, año 2, edición No 4. De agosto de 2001.